Aquel día recibió el nombre de “Día del Sol Negro”. Corría el año mil después de la llegada de Jesucristo y los rumores acerca del fin del mundo recorrían la vieja Europa como pájaros de mal agüero. Sin embargo, nadie, ni siquiera los más agoreros entre los pesimistas, pudieron imaginar lo que se le venía encima a la humanidad. Toda la tradición oscurantista de la cultura románica quedó empequeñecida por los siniestros acontecimientos que se desataron en la mañana del seis de junio de ese año. Aquella jornada el sol no llegó a brillar, pues su rostro quedó velado por las tinieblas.